Desnuda e invisible, texto de Pablo Rodríguez Palenzuela
- Virginia Garrosa
- 8 ene
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Actualizado: 13 ene
Virginia Garrosa es una artista sin ego ¿en serio? Parece una contradicción entre los términos, un oxímoron. Se trata, en realidad, de un ego sin un átomo de grasa, sin un gramo de impostura y sin una gota de engreimiento. Una artista que ha entrado en el arte por la puerta chica y que ha andado todos los caminos y subido todos los peldaños; empieza trabajando como modelo; más tarde estudia artes aplicadas y aprende todos los oficios considerados menores; ingresa en la escuela de Bellas Artes ya en la cuarentena y desde entonces, se gana la vida con su academia de arte del barrio cercana al Pilar, abriendo las mentes de sus jóvenes alumnos y alumnas a la creatividad y a la pintura. No se entiende la obra sin conocer la vida.

Cuando uno se pone delante de sus cuadros lo primero que le golpea es un chorro de color que te atraviesa como una lanza. Pasado el primer impacto, aparecen muchas cosas: ecos del primer Kandinski, la pasión de Jackson Pollock y la maestría de José Guerrero. Expresionismo ecléctico, dice ella; ecléctico porque no es ni abstracto ni figurativo, como en una misteriosa duermevela donde no estamos dormidos ni tampoco despiertos. Si se sigue observando se ven cuerpos de mujer, cuerpos fundiéndose incesantemente en otros cuerpos. La Gran Diosa, generadora de todo lo creado. Las humildes diosas paleolíticas de Willendorf, Lespuge y Dolni. Hator, la diosa vaca de los egipcios, que se parece al mundo en su actitud de entrega. La Diosa Madre es la Naturaleza. Las dos habitan en el universo pictórico de Virginia Garrosa. Una naturaleza predominantemente vegetal, un amor ligado al color verde que nacerá desde muy niña; una mañana de verano, el mundo podía crecer bajo un melocotonero, un jardín se convertía en el universo más preciado; donde su padre, laborioso jardinero de oficio, atendía sus labores.
El texto acompaña los cuadros como imagen y como mensaje, y es una parte esencial. No es un mensaje dulce ni complaciente, sino una sorda y casi silenciosa protesta ante siglos de opresión, que se une a la voz de Sofonisba Anguissola, Artemisa Gentileschi y tantas otras. Es una rabia tranquila, atenuada y potente a la vez. Dice: estamos aquí y no estamos solas; pudieron negarnos el acceso a las galerías y a los mercados, pero el valor y el ánimo es imposible, siempre estuvo y esta presente.
Reciclar. La importancia capital de las pequeñas cosas. En el universo de Virginia no cabe el desperdicio. Un lienzo pintado puede tener otra vida; ¿qué sentido tiene tirar un papel estupendo solo porque ya se ha utilizado? Si el arte es un espejo de la vida, vemos que la frugalidad sobresale como una cualidad esencial. Aprovechar el tiempo y el talento. Reutilizar el material. No tirar nada como metáfora de lo correcto, como rebelión ante un consumismo desmesurado y absurdo. Cuando la ropa se rompe se remienda, cuando el cuadro se rompe, se cose, como se cose el corazón cuando te lo rompen. La costura es parte de la vida y parte de la obra, porque ambas son inseparables: se funden y se confunden. Con los cuadros se dialoga y los cuadros cuentan tu historia.
Compromiso, Naturaleza y Feminismo. Virginia Garrosa: una Artista con mayúsculas, desnuda e invisible.
Pablo Rodríguez Palenzuela
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