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Foto del escritorVirginia Garrosa

Primer vuelo

Actualizado: 26 jul 2022

Aquella mañana desperté con un sueño colgado de una sonrisa.

Estaba entusiasmada, y en los días que siguieron no paré en relatar a

quien se cruzaba en mi camino mi emocionante sueño. Volaba.

Volar a ras del suelo, hacer giros increíbles, recorrer a la velocidad del

vuelo de un pájaro algunas calles que forman parte de escenarios ya

vividos fue sumamente placentero. Tanto, que he vuelto a soñar que

soñaba ese sueño, y esos días de contadora de mi misma pero con

otro vuelo, en otras calles o en otro cielo. Sigo soñando despierta con

que Morfeo me invite a volar, pues poco o nada elevan el vuelo las

alas de la imaginación de estos ojos bien abiertos. Son otros los

vuelos que alcanza mi mente cuando camino despierta, los pies bien

plantados en la tierra.


Tengo vértigo. Una contradicción encantadora. Amo tanto el cielo,

como esta tierra que piso, y es que en el fondo ser siempre bípeda

aburre, y uno desearía ser pájaro o ser pez, por sentir, explorar, y

habitar otros universos. Ser mujer pájaro o mujer pez, aunque esta

última ya esté muy inventada no deja de ser un pretexto por dominar

otros territorios inalcanzables, que por más que una se ponga de

puntillas, o se ponga aletas, no llega, aunque bien pensado, prefiero

las puntillas pues las profundidades del mar aún me duplican más el

vértigo. Imagino que es hacerse también un poco más antigua, más de

siempre, más sabia. Es llenarse la piel de colores por fuera, tener otro

sabor, otro tacto, quien sabe....


Desayuno con la vista puesta en el pino y el ailanto que a su vez me

miran desde detrás de la ventana, siempre habitados por

escandalosos gorriones y algunos otros vecinos inesperados. No he

visto pájaro o ave que no llame mi atención, que no me guste. No

importa que tengan los ojos a los lados, ni como me esten mirando.

Bandadas en forma de V cruzaban hoy este cielo de Madrid. Mis ojos

jamás dejan de seguirlos.


Hay hombres a los que también convertimos en pájaros, en

superhombres, o supermujeres. Disfruté y aprendí de ellos siendo

niña, nacían para los tebeos, los comic de la Marvel, o los libros de

literatura e historia con los que iba creciendo. Ellos viajaban por ti

sobre una sencilla hoja de papel. Sin tener alas volaban, y eso era lo

más increíble. Habían inventado los aparatos de la modernidad para

escalar el cielo. Pero no fueron sus aparatos los que llamaron mi

atención ni sus increíbles dibujos, pues jamás me intereso lo más

mínimo copiarlos. Yo amaba el hecho en sí mismo de volar, e

imaginaba que quien los creaba poseía mí mismo sueño.

Una sueña con volar por alcanzar otros cielos, aunque estos estén

boca abajo. El caso es escapar de la maraña que en ocasiones nos

atrapa. Otro cielo por favor, y a ser posible, que no sea ni gris, ni

negro. Otro cielo para las mujeres volanderas.

Yo vuelo con mi nombre de la V a la A, dormida y despierta. Vuelo, y

aterrizar no siempre es fácil. Sólo si paras y piensas, aparece el

vértigo. Aquí abajo, siempre es todo más duro; y más ahora en esta

tierra donde el agua parece negarse a caer y hay que llamarla en un

rito, bailando, y cantando. Las alas al igual que las hojas que cayeron

nacerán esta primavera como un vuelo esperanzador, único, libre e

indomable. Volamos

Serie "Deseando volar"


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